lunes, 13 de febrero de 2012

Capítulo 2 - Quinta parte


Miles

Era pronto, ni siquiera las agujas del reloj habían llegado a las diez, y yo ya estaba frente al ordenador. Miraba, con infinita paciencia, la barra que me indicaba cómo iba el proceso de copia de la grabación del día anterior. Por alguna extraña razón, no podía evitar volver a escucharlo, aunque el recuerdo permaneciera vívido en mi cabeza.
Katie apareció, bostezando y con la vieja camiseta como único pijama, por la puerta del salón.
-¿Ya estás trabajando, Miles? –preguntó, apoyándose en la mesa, junto a la pantalla del ordenador y acariciándome el pelo despeinado con ternura.
-Quería escucharlo de nuevo.
-Pero si la entrevista fue ayer…
-Ya, pero… -no sabía muy bien cómo explicarlo-. No sé, es como si necesitara confirmar que todo lo que escuché decir ayer no lo soñé.
El archivo terminó de descargarse e hice click para que se abriera.
-“Grissom… ¿puedo hacerle una pregunta?”
Era mi voz. Un silencio, y después, otra vez yo.
Escuché toda la entrevista de nuevo. A veces había pausas, de cuando Grissom daba una calada, se encendía un cigarrillo o pegaba un trago a la cerveza. Según pasaban los minutos, el barullo a nuestro alrededor iba creciendo, pero el relato de Grissom no se inmutaba y se seguía oyendo igual, como si nos hubiéramos encerrado en una burbuja y el exterior no fuera más que un murmullo molesto, un bisbiseo ahogado.
Terminó la grabación. Katie hacía tiempo que se había ido a preparar el desayuno, pero yo me había quedado frente a la pantalla del ordenador. Ni siquiera me había dado cuenta de que mi estómago rugía por una tostada y un café.
Nada más la grabación finalizó, me di cuenta de lo difícil que iba a resultar poner las cosas por escrito; resumir una vida como la de Jack Grissom en un libro.
Al aceptar el trabajo pensé que sería algo sencillo, rápido e impersonal por lo que me pagarían una gran cantidad de dinero, a pesar de ser sólo un negro; Gissom había puesto el precio. Al fin y al cabo, necesitaba comer y pagar la hipoteca y la boda. Pero ahora, después de escuchar la primera de muchas grabaciones, me di cuenta de que no iba a ser tan impersonal como pensaba.
Para escribir el libro sobre Jack Grissom tendría que ser parte de su piel, parte de su cerebro, parte de su alma.